Descripción

Los últimos años, la humanidad ha asistido a un teatro trágico marcado por la desolación, la angustia, el aislamiento social y la desesperanza. Como espectadores y, a su vez, protagonistas de este teatro, despedimos a seres queridos, amigos, conocidos de antaño, vecinos y colegas, y recurrimos a esconder nuestros miedos detrás de un caparazón, en algunos casos marcado con la serie N95, que se convirtió en el único lugar de nuestras seguridades. Los estrechones de mano y los abrazos fueron reemplazados por un breve y rápido golpe de manos empuñadas o un circunstancial arqueo de la comisura de las cejas para expresar nuestro saludo. Las puertas de los salones, las universidades, los teatros, las salas de baile, los estadios y las bibliotecas permanecieron cerrados, mientras se abrían de par en par las de los hospitales y los cementerios. La casa se convirtió en oficina, aula de clase, lugar de reuniones, escuela, parque, veterinaria, y los tiempos del hogar se transformaron, dejando a la intimidad apenas como un tenue y pálido rastro pretérito.