Descripción

Después de leer “El susurro del lenguaje – Más allá de la palabra y la escritura ” de Roland Barthes (1987), me fue imposible, de allí en adelante, comulgar con la idea de pensar el lenguaje empleado por la ciencia a espaldas de sí mismo y del sujeto, como solían hacer los científicos positivistas al considerar su escritura en términos de un simple instrumento de notación, subyugado a la voz de una conciencia explicativa e impersonal. La figura de una escritura puesta al servicio de una lógica como la moderna, auspiciadora de una idea de sujeto escindido del mundo, autoafirmado, racional y libre (Taylor, 1997), produjo en mí la asunción de una inquietud relativa al lugar que como investigadores solemos atribuir hoy a la escritura.